Es evidente que la realización de esta concepción es inviable en la sociedad capitalista y mucho menos en su fase imperial de exclusión laboral, con creciente marginación social y diferentes pobrezas, junto con el incremento del consumo superfluo de una franja minoritaria de la población. Afirmación esta última, que no significa negar procesos de transición nacionales y regionales. Asimismo, ante tantas frustraciones, se hace necesario agregar que como cualquier teoría, esta concepción de participación democrática plena se formula en el discurso, pero se corrobora en la práctica y en cada circunstancia desde el aquí y ahora.
La participación es parte fundamental de la condición humana, de una subjetividad que se desarrolla y demanda para poder ser, estar con el otro, hacer con el otro. Este tipo de participación plena socialmente construida está condicionada por circunstancias históricas, culturales y naturales, pero esta libertad situada, no impide aceptar desafíos de mayores niveles de participación para la realización existencial con mayor emancipación, libertad y satisfacción relativa de las necesidades axiológicas.
Es evidente, que la falta de participación o participación parcial de las personas en los procesos institucionales, sociales, educativos, económicos y políticos genera diversas formas de alienación, de pérdida o debilitamiento de la propia identidad. La delegación en otros de la capacidad de esclarecer, decidir, hacer, entender y crear, origina las condiciones para el surgimiento de diferentes formas de enajenación.
Al ser desposeídos los trabajadores de poder decidir, de los bienes logrados por el trabajo propio y de las probabilidades de desplegar facultades y potencialidades, el capitalismo y sus formas imperiales debilita la identidad, la libertad y soberanía de los pueblos, atenta contra el desarrollo humano y simultáneamente, en pos de la ganancia máxima, degrada intensamente el hogar natural, social y cultural de las comunidades. En la actualidad la propiedad oligopólica de los medios de difusión masiva significan un apoyo decisivo para el poder económico concentrado, asestando un golpe mortal a la libertad de prensa, en la cual, con hipocresía, se escudan.
La participación es parte fundamental de la condición humana, de una subjetividad que se desarrolla y demanda para poder ser, estar con el otro, hacer con el otro. Este tipo de participación plena socialmente construida está condicionada por circunstancias históricas, culturales y naturales, pero esta libertad situada, no impide aceptar desafíos de mayores niveles de participación para la realización existencial con mayor emancipación, libertad y satisfacción relativa de las necesidades axiológicas.
Es evidente, que la falta de participación o participación parcial de las personas en los procesos institucionales, sociales, educativos, económicos y políticos genera diversas formas de alienación, de pérdida o debilitamiento de la propia identidad. La delegación en otros de la capacidad de esclarecer, decidir, hacer, entender y crear, origina las condiciones para el surgimiento de diferentes formas de enajenación.
Al ser desposeídos los trabajadores de poder decidir, de los bienes logrados por el trabajo propio y de las probabilidades de desplegar facultades y potencialidades, el capitalismo y sus formas imperiales debilita la identidad, la libertad y soberanía de los pueblos, atenta contra el desarrollo humano y simultáneamente, en pos de la ganancia máxima, degrada intensamente el hogar natural, social y cultural de las comunidades. En la actualidad la propiedad oligopólica de los medios de difusión masiva significan un apoyo decisivo para el poder económico concentrado, asestando un golpe mortal a la libertad de prensa, en la cual, con hipocresía, se escudan.
Participar, elevar nuestros conocimientos, crear propuestas, accionar por ellas, jerarquizar la estimación valorativa que indique el sentido y el rumbo hacia el bien común, y estimular la democracia participativa y directa con pluralismo político y convergencia de identidades diversas en cada institución, organización social o asamblea es una de las tareas centrales para desarrollar una cultura ecosocialista, que pueda gestar desde el seno del pueblo formas de gobierno participativas, que nos conduzcan a una fuerza social organizada, capaz de lograr la emancipación nacional y social.
Asimismo, es difícil imaginar el avance hacia el ecosocialismo, sin lograr una distribución más armónica de las poblaciones y sus diversas actividades en el espacio geográfico. Nuevas relaciones socio – naturales en el ambiente urbano, demandan un decrecimiento poblacional paulatino de las grandes ciudades, junto al florecimiento múltiple de nuevas formas de urbanización en diversos lugares, con menor densidad demográfica y relaciones más estrechas entre lo urbano, lo rural y lo natural.
La misión es difícil, la ventaja es que siempre se puede comenzar desde nuestras circunstancias actuales, avanzar hacia el horizonte y hallar nuevas situaciones próximas. La energía para la marcha está en la utopía, ya que concebida como lugar que no fue, que no es, pero que puede ser, nutre nuestro espíritu y nuestra voluntad.
Asimismo, es difícil imaginar el avance hacia el ecosocialismo, sin lograr una distribución más armónica de las poblaciones y sus diversas actividades en el espacio geográfico. Nuevas relaciones socio – naturales en el ambiente urbano, demandan un decrecimiento poblacional paulatino de las grandes ciudades, junto al florecimiento múltiple de nuevas formas de urbanización en diversos lugares, con menor densidad demográfica y relaciones más estrechas entre lo urbano, lo rural y lo natural.
La misión es difícil, la ventaja es que siempre se puede comenzar desde nuestras circunstancias actuales, avanzar hacia el horizonte y hallar nuevas situaciones próximas. La energía para la marcha está en la utopía, ya que concebida como lugar que no fue, que no es, pero que puede ser, nutre nuestro espíritu y nuestra voluntad.
*Roberto C. Grana, Biólogo – Ecólogo, Doctor en Psicología Social.
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