martes, 10 de septiembre de 2013

Efectos de la Guerra en el Ambiente...

La guerra contra el medio ambiente

guerra
La Guerra siempre trae consigo consecuencias atroces para el conjunto de la sociedad. Una de las partes más afectadas y, en ocasiones, la causa misma del conflicto, es el medio ambiente y los recursos que éste puede aportar, como el famoso caso de los Diamantes de Sangre en África. Por otra parte, se ha utilizado la destrucción del medio natural como ofensiva para desestabilizar al contrincante en un conflicto armado, especialmente en los de tipo transfronterizo.
Aunque ya hace 5000 años en Mesopotamia se demolían los diques para inundar tierras enemigas, la preocupación por las secuelas de la guerra en el medio ambiente empezó a hacerse notar cuando  el ejército americano lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945 que provocaron un desastre de proporciones desmesuradas. Aquel suceso fue sólo el principio de una crisis nuclear cuyas consecuencias continúan hoy en día.
En 1965, Estados Unidos actuó de nuevo, en esta ocasión sobre Vietnam. El setenta por ciento de los poblados quedaron destruidos, diez millones de hectáreas de tierra inutilizadas y una tercera parte de los lagos de Vietnam del Sur desaparecieron debido a la experimentación con armas químicas y biológicas. Cuarenta años después, esta zona no tiene apenas vegetación. Especialmente reseñable en este conflicto es la operación Ranch Hand, llevada a cabo a finales de los años sesenta. El objetivo de la operación era conseguir la defoliación de la selva vietnamita para expulsar a los “combatientes comunistas”, para lo que se fumigaron en el país unos 70 millones de litros de herbicidas muy potentes sobre una superficie aproximada de 1,7 millones de hectáreas. El conocido “agente naranja” tuvo efectos medioambientales catastróficos: una quinta parte de los bosques de Vietnam del Sur fue destruida químicamente y más de un tercio de los manglares desaparecieron. En esta operación se arrasaron, además, unas 300.000 hectáreas de bosque con maquinaria pesada. En la actualidad, los terrenos están ocupados por matorrales, lo que no supone su recuperación completa.
El primer impacto ambiental de una guerra es la inutilización del terreno para disponer los efectivos militares.
Tampoco hay que olvidar uno de los desastres ecológicos más importantes del siglo XX, la Guerra del Golfo. Durante el conflicto, Sadam Hussein ordenó el ataque de 730 pozos petrolíferos, de los cuales 630 fueron incendiados. La mayoría de ellos estuvieron arrojando petróleo en el desierto durante meses, produciendo unas grandes nubes de humo que se desplazaron por todo Oriente Medio. Junto a las nubes aparecieron las lluvias negras, que aniquilaron la vegetación y contaminaron las aguas. De este modo, se esparcieron aproximadamente 10 millones de m3 de petróleo, de los cuales un millón alcanzaron el Golfo Pérsico. Se calcula que la magnitud del desastre fue entre 10 y 12 veces mayor que el accidente de Exxon Valdez, en el que se vertieron al mar la cantidad equivalente a once millones de barriles de crudo. A esto hay que sumar los tanques, camiones y demás maquinaria pesada que se utilizaron, que destruyeron el suelo y asolaron la vegetación de la zona.
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Estos son sólo algunos casos de cómo en entorno se ve afectado negativamente por los conflictos bélicos o es el mismo causante. Los daños perduran mucho tiempo después de que se restablezca la paz. El caso de Libia en la actualidad, aunque responde a causas humanitarias, tendrá consecuencias serias para el entorno y los recursos naturales del país.
Los impactos de una guerra
En general, el primer impacto ambiental de una guerra es la inutilización del terreno para disponer los efectivos militares. Las maniobras y juegos bélicos destruyen la vegetación a la vez que erosionan y compactan el suelo. Las armas contaminan con plomo y otros residuos tóxicos las aguas subterráneas, mientras que los bombardeos siembran de cráteres  el área donde se producen.  Además de todo esto, se estima que las fuerzas armadas son las responsables del 10% del total de emisiones de CO2 atmosférico, debido al gasto de combustible que supone el transporte y movilización de los ejércitos.
Durante la Guerra del Golfo, Sadam Hussein ordenó el ataque de 730 pozos petrolíferos, de los cuales 630 fueron incendiados
No hay que olvidar los desechos que se producen a consecuencia de un conflicto. Metales, pinturas y disolventes, combustibles, pesticidas…  derivados de la producción, almacenaje, transporte y descarte de armas de todo tipo se acumulan sin control, degradan gravemente el entorno y perjudican a la salud.
Por último, los desplazamientos debidos a una guerra tienen también un impacto en el medio ambiente.
Cuando el número de refugiados es significativo, la huella en la naturaleza puede convertirse en un problema en el futuro. Deforestación, erosión del suelo, agotamiento de agua disponible, competencia por los recursos… son sólo algunos de los problemas que conlleva la huída de una población en guerra, a la que no se puede exigir anteponer el respeto por el entorno a su propia seguridad y bienestar.
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Los datos de degradación del medio natural causados por los refugiados dan una idea del impacto a escala mundial. En Tazania, en el momento más crítico de la crisis de refugiados entre 1994 y 1996, se ocuparon 570 km2 de bosque, de los cuales 167 fueron gravemente deforestados. Esto no supone una gran superficie, pero sin embargo el conflicto en Ruanda y los sucesos que desencadenó en el Este de la República Democrática del Congo (antiguo Zaire) en 1994 son una de las principales causas de la deforestación de África central. Durante los 90, unos 600.000 refugiados que escapaban a Guinea por los conflictos en los vecinos países de Sierra Leona y Liberia causaron una transformación de las zonas forestales con serias consecuencias para la biodiversidad y la red hidrográfica, según informó el PNUMA.
Casi tanto perjuicio como los refugiados causan los guerrilleros, especialmente cuando necesitan saquear los recursos naturales de una zona para financiar la compra de armas. En ciertas partes de África, por ejemplo, la fuente principal de ingresos para la adquisición de armamento es la venta de valiosas especies arbóreas, algo que también ocurrió en Camboya.
Con esta perspectiva, no es extraño que la ONU designara un día para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la guerra y los conflictos armados (6 de noviembre) y que el Programa de Naciones Unidas para Medio Ambiente cuente con un programa específico de ayuda tras la destrucción del medio ambiente en los conflictos. Tristemente, no parece que los las guerras vayan a disminuir, y mucho menos sus consecuencias ambientales.

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