El
crecimiento exponencial de la contaminación del aire en las grandes ciudades,
del agua potable y del medioambiente en general; el calentamiento del planeta,
el derritimiento de los glaciares polares, la multiplicación de catástrofes
“naturales”; la destrucción de la capa de ozono; la destrucción, a una
velocidad creciente, de los bosques tropicales y la rápida reducción de la
biodiversidad por la extinción de miles de especies; el agotamiento de tierras,
su desertificación; la acumulación de residuos, principalmente nucleares,
imposible de manejar; la multiplicación de accidentes nucleares y la amenza de
un nuevo Chernobyl; la contaminación de la comida, las manipulaciones
genéticas, las “vacas locas”, la carne con hormonas.
Se encienden todas las
alarmas: es evidente que el curso enloquecido de las ganancias, la lógica
productivista y la mercantilización de la civilización capitalista/industrial
nos conduce a un desastre ecológico de proporciones incalculables.
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