El objetivo supremo del progreso técnico para el
socialismo de Marx no es el crecimiento infinito de posesiones («el tener»)
sino la reducción de la jornada de trabajo y el crecimiento del
tiempo libre («el ser»).
Sí, en la medida en que a menudo en los descubrimientos
de Marx o Engels (y más todavía en el marxismo ulterior) hay una tendencia a
hacer del «desarrollo de las fuerzas productivas» el vector principal del
progreso, así como una posición poco crítica hacia la civilización industrial,
principalmente en su relación destructiva del medio ambiente.
En realidad, uno encuentra en los escritos de Marx
y Engels elementos para nutrir ambas interpretaciones.
La cuestión ecológica
es, en mi opinión, el desafío más grande para un renovación del pensamiento
marxista en el siglo XXI. Ésta exige a los marxistas una revisión crítica
profunda de su concepción tradicional de las «fuerzas productivas», así como
una ruptura radical con la ideología del progreso lineal y con el paradigma
tecnológico y económico de la civilización industrial moderna. Walter Benjamin
fue uno de los primeros marxistas del siglo XX que planteó este tipo de
problemas: desde 1928, en su libroDirección única,denunciaba la idea de
dominación de la naturaleza como una «instrucción imperialista» y propuso una
nueva concepción de la técnica como «dominio de la relación entre la naturaleza
y la humanidad». Algunos años después, en sus «Tesis de filosofía de la
historia» se propone enriquecer al materialismo histórico con ideas de Fourier,
ese utópico visionario que había soñado «un trabajo que, lejos de explotar a la
naturaleza, está en condiciones de aliviarla de las criaturas que duermen
latentes en su seno» [2].
Hoy los marxismos todavía están lejos de haber
colmado sus carencias en este terreno. Pero algunas reflexiones empiezan a
abordar esta tarea. Una pista fecunda ha sido abierta por el activista
ecológico y marxista norteamericano James O’Connor: es necesario agregar a la
primera contradicción del capitalismo la existente entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción, examinada por Marx, una segunda
contradicción entre las fuerzas productivas y las condiciones de producción:
los trabajadores, el espacio urbano, la naturaleza. Por su dinámica expansiva,
el capital pone en peligro o destruye sus propias condiciones, empezando por el
medioambiente natural —una posibilidad que Marx no había tenido suficientemente
en consideración [3].
Otro interesante acercamiento es sugerido en un
reciente texto de un ecomarxista italiano: «La fórmula según la cual se produce
una transformación de las fuerzas potencialmente productivas en fuerzas
eficazmente destructivas, especialmente respecto al medioambiente, nos parece
más conveniente y más significante que el esquema muy conocido de la
contradicción entre fuerzas productivas (dinámicas) y relaciones de producción
(que las encadenan a las primeras). Por otra parte, esta fórmula permite
aportar un fundamento crítico y no apologético al desarrollo económico,
tecnológico, científico y, por consiguiente, para elaborar un concepto de
progreso‘differentié’ [diferenciado] (E. Bloch) [4].
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