domingo, 1 de junio de 2014

Notas de Michael Löwy...sobre el Ecosocialismo...



El objetivo supremo del progreso técnico para el socialismo de Marx no es el crecimiento infinito de posesiones («el tener») sino la reducción de la jornada de trabajo y el crecimiento del tiempo libre («el ser»).

Sí, en la medida en que a menudo en los descubrimientos de Marx o Engels (y más todavía en el marxismo ulterior) hay una tendencia a hacer del «desarrollo de las fuerzas productivas» el vector principal del progreso, así como una posición poco crítica hacia la civilización industrial, principalmente en su relación destructiva del medio ambiente.

En realidad, uno encuentra en los escritos de Marx y Engels elementos para nutrir ambas interpretaciones. 

La cuestión ecológica es, en mi opinión, el desafío más grande para un renovación del pensamiento marxista en el siglo XXI. Ésta exige a los marxistas una revisión crítica profunda de su concepción tradicional de las «fuerzas productivas», así como una ruptura radical con la ideología del progreso lineal y con el paradigma tecnológico y económico de la civilización industrial moderna. Walter Benjamin fue uno de los primeros marxistas del siglo XX que planteó este tipo de problemas: desde 1928, en su libroDirección única,denunciaba la idea de dominación de la naturaleza como una «instrucción imperialista» y propuso una nueva concepción de la técnica como «dominio de la relación entre la naturaleza y la humanidad». Algunos años después, en sus «Tesis de filosofía de la historia» se propone enriquecer al materialismo histórico con ideas de Fourier, ese utópico visionario que había soñado «un trabajo que, lejos de explotar a la naturaleza, está en condiciones de aliviarla de las criaturas que duermen latentes en su seno» [2].

Hoy los marxismos todavía están lejos de haber colmado sus carencias en este terreno. Pero algunas reflexiones empiezan a abordar esta tarea. Una pista fecunda ha sido abierta por el activista ecológico y marxista norteamericano James O’Connor: es necesario agregar a la primera contradicción del capitalismo la existente entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, examinada por Marx, una segunda contradicción entre las fuerzas productivas y las condiciones de producción: los trabajadores, el espacio urbano, la naturaleza. Por su dinámica expansiva, el capital pone en peligro o destruye sus propias condiciones, empezando por el medioambiente natural —una posibilidad que Marx no había tenido suficientemente en consideración [3].

Otro interesante acercamiento es sugerido en un reciente texto de un ecomarxista italiano: «La fórmula según la cual se produce una transformación de las fuerzas potencialmente productivas en fuerzas eficazmente destructivas, especialmente respecto al medioambiente, nos parece más conveniente y más significante que el esquema muy conocido de la contradicción entre fuerzas productivas (dinámicas) y relaciones de producción (que las encadenan a las primeras). Por otra parte, esta fórmula permite aportar un fundamento crítico y no apologético al desarrollo económico, tecnológico, científico y, por consiguiente, para elaborar un concepto de progreso‘differentié’ [diferenciado] (E. Bloch) [4].

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